Uno de mis cuentos solidarios

La princesa de ojos tristes




Hace muchos años. Cuenta la leyenda, que en el palacio de Miramar nació la princesa Esmeralda. Sus ojos diminutos eran del color de la avellanas, la tez blanca aunque moteada por pequeñas manchas marrones. Y el pelo, negro y encrespado se convirtió en un reto para las peluqueras de la corte. El rey (que era muy orgulloso) ocultó a su hija en el castillo, para así evitar las miradas y los comentarios del pueblo acerca de la poca generosidad que tuvo la naturaleza con ella. Cada noche el rey subía a la alcoba de Esmeralda y le contaba cuentos graciosos para hacerla reír, pero ella le contemplaba sin expresión en su rostro. También probó de hacerle cosquillas bajo la barbilla, y en la planta de los pies, pero Esmeralda se limitaba a soltar un suspiro de desasosiego con la mirada alicaída. El soberano día tras día probaba con algo nuevo, pero nunca consiguió alargar una sonrisa a su hija, es más se despedía de ella haciendo volar un beso en su mano, y se dirigía a ella llamándola “Bichito”

Pronto la princesa cumpliría la mayoría de edad y con ello la quiso obsequiar con un regalo especial. Con tal motivo de celebración, hizo proclamar su deseo. Pronto el pregonero de la corte anunció la convocatoria en la plaza del pueblo: El Rey del palacio de Miramar recompensaría con un saco de monedas de oro, al único hombre que fuera capaz de hacer reír a su princesa de ojos tristes. Es imposible de imaginar la cola que prolongó desde la entrada de palacio hasta pueblos atrás.. Esmeralda reposaba delicada en la trona real escoltada por dos testigos, que a parte del rey confirmarían si la princesa esbozaba una retozo de alegría. Frente a ella, a sus pies hacía reverencia un almohadón cuadrado y ribeteado con motivos dorados, que acogía una gran pluma de faisán.

El primer aspirante entró tímidamente y tras inclinar la cabeza a su alteza, tomó la pluma y temeroso la acercó a la princesa y le acarició la mejilla derecha, a lo que ella hizo un gesto de desprecio y el rey inmediatamente hizo que se lo llevaran. El segundo candidato entró con una especie de danza cortés, agarró la pluma y la volteó por la cabeza de ella rozando el lóbulo de las orejas, Esmeralda se encogió de hombros y con la mirada ordenó que le expulsaran de palacio. Así sucesivamente fueron entrando y saliendo pretendientes danzarines, payasos, bufones dicharacheros y hazmerreír de todo el pueblo. El Rey desconsolado hizo parar el espectáculo, pues dio por perdida su esperanza por hacer reír a su primogénita. De repente se oyó una vocecilla que gritaba tras la puerta, y que con indignación protestaba porque quería ver a la princesa después de largo rato esperando a la intemperie. Su majestad se negó pues estaba ya harto ver como nadie era capaz de arrancar una mueca de los labios de su hija . En ese momento Esmeralda se aclaró la voz, y dio permiso para que dejaran entran a ese candidato tan empecinado en visitarla. Y así obedecieron sus súbditos. Ya casi sin aliento se presentó frente a ella, un joven de aspecto similar a su alteza, de piel blanquecina y pelo recogido tras las orejas, la nariz prominente. Su manó voló hacía la pluma y en un visto y no visto la hizo volar por los aires, y esta quedó prendida en una las fastuosas lámparas de techo. Luego se acercó con amplia sonrisa a la doncella y le ofreció su mano, ella vaciló un instante antes de dejarse llevar, el mozo poso su otra mano sobre la de ella y la miró a los ojos:

¾Mi querida princesa, tiene las manos mas suaves que he acariciado jamás, la mirada más bonita que hubiera imaginado nunca y unos hermosos labios que piden a gritos que alguien les dé la felicidad que merece.

Esmeralda comenzó a sentir un hervor en sus mejillas, y sus ojos se iluminaron llenando toda la sala con su resplandor, luego el joven mozo chasqueó los dedos y como por arte de magia, la pluma voló hasta su mano, y él la colocó en el pelo de la princesa. En esto que ella hizo un mohín con sus labios y sus mejillas comenzaron a tersarse mientras su rostro cambiaba de expresión. Luego sus labios se ensancharon como un rió desbocado y un gorgoteo de alegría escapó de su boca mientras con una mano se sujetaba el pecho y con la otra se cubría las mejillas. Para su sorpresa el Rey se enfureció, y comenzó a gritar deliberadamente.

¾¡Sacadlo de aquí! Es un mentiroso impostor, no voy a permitir que engañe de esta manera a mi hija ¾gritó furioso y con el rostro enrojecido por la ira.

¾No, su majestad, lo siento pero no me voy a ir. He cruzado todo el país para llegar hasta la princesa Esmeralda y no pienso irme sin antes haber pedido su mano. ¾aclaró el joven pretendiente.

¾¡Mientes como un bellaco! Nadie querría pedir la mano de mi hija, ¡mira su cara! Es mas fea que el demonio y tu, tú solo quieres conquistarla para que te dé el maldito saco de monedas.

El rey no se había dado cuenta de que había perdido los papeles, mientras tanto Esmeralda le miraba con decepción en sus ojos, y estos estaban encharcados por la pena y la rabia a hacia su padre, luego echó a correr por el pulcro embaldosado haciendo resonar el galope de sus tacones. Todos enmudecieron, y hasta el mismo rey se dio cuenta de que había metido la pata. El joven mozo tomó aliento y le lanzo sus últimas palabras:

¾Disculpe si le he podido parecer un impertinente, pero permítame decirle que desconocía que había un saco de monedas de oro en juego. Es más, ahora mismo le ofrecería diez bolsas de oro como la que tiene usted por una sola oportunidad de casarme con su hija.

El Rey calló con la barbilla altiva, absorto y tras desafiarle con la mirada, le instó:

¾¿Y porqué debería creerme esta farsa de estupideces? ¾inquirió desconfiado

¾Porque soy el príncipe de Bungalow y junto a mi padre soy uno de los hombres mas poderosos de todo el mundo. Y creo que su hija es la mujer más hermosa que he visto jamás; aunque usted es un ser tan egoísta y malvado que nunca ha sido capaz de ver su belleza real, porque no puede ver mas allá del dinero y del poder.

El rey cambió su expresión por una mirada vacía, y derrotado admitió su rudeza sintiéndose apenado. Esmeralda se asomó, y vio como su padre lloraba en silencio. Cuando su majestad levantó la cabeza, descubrió que su hija era bella y hermosa ,y que desprendía un magnetismo especial.

El joven se acercó a ella, y se arrodilló a sus pies.

¾Mi querida Esmeralda, prometo no borrar nunca la sonrisa de tus labios, mantendré viva la llama de tu mirada, y lucharé para que seas la mujer más feliz de la tierra. ¿quieres casarte conmigo?

La princesa le ofreció una amplia sonrisa y aceptó la propuesta del heredero al trono de Bungalow, no sin antes consultar con la mirada a su padre; y este le dio su permiso asintiendo con la cabeza. Desde entonces, el rey comenzó a valorar la belleza de las personas por sus actos y no por su aspecto.

Esmeralda y el joven príncipe se casaron, y tuvieron siete hijos que heredaron la belleza de los dos, un corazón gigante y una bondad infinita.



(Este es uno de los cuentos que incluiré en  mis  "Cuentos solidarios")