El mar de la verdad

De pronto, se vio sumergida en un bosque, cuyos árboles eran tan altos y frondosos que apenas dejaban entrar la luz del sol, cuyas sombras escapaban más allá del horizonte. Caminaba descalza, sin rumbo. Sus pies heridos en cada paso, notando cada una de las piedras, y pequeñas ramas astillando su piel. Guiada hacia un sendero sin fin encontró animales sin rostro, que maullaban angustia, que torcían su camino. Y cuándo el dolor era insoportable, y la oscuridad ya no le dejaba ver, una pequeña luz destelló en su interior, y sus pasos retrocedieron porqué presintió que ése no era su camino. Agotada se arrellanó en un suelo frío y húmedo; corría una brisa cálida, silente. Y al levantar la cabeza se encontró frente a un mar de aguas mansas y melodiosas; con cada vaivén las olas le besaban los pies, curando sus heridas. El sol brillaba en lo más alto, y espejeaba sobre las aguas, entonces se deslumbró y atisbó la realidad.. Fue en ese instante cuándo despertó, empapada en un sudor frío que la arropaba más que las caricias de aquel hombre que ya no conocía. Recordó la suavidad del mar, las caricias incondicionales, la paz.. y en ese momento, decidió ser dueña de su vida. Decidió ser libre.