Cuento dedicado a mi hijo

Un regalo muy especial




Daniel tenía nueve años cuando descubrió que su padre tenía una enfermedad que pronto le obligaría a abandonar este mundo, y viajar a un lugar dónde no existe el sufrimiento ni el dolor. Desde entonces el pequeño se convirtió en un niño encerrado en si mismo al que le costaba encontrar amistades pues estaba tan triste que no podía soportar la felicidad de los demás. Sin embargo a menudo se preguntaba porqué los demás niños eran tan felices, y él tan desgraciado. Un tarde gris el doctor se apresuró a visitar a su padre, y cuando salio de la habitación arqueó las cejas, se acercó a Daniel y le apretó el hombro; entonces comprendió que a partir de ese momento nada sería igual, el pequeño corrió a la habitación de papá y se echó a sus brazos para darle un último adiós. Entonces su padre con una sonrisa esperanzadora, le tendió con temblor en sus manos una caja dónde había preparado unos cuantos regalos. Daniel la atrapó entre sus manos y con los ojos encharcados le dijo:

¾Yo no quiero más regalos, quiero que te quedes conmigo para toda la vida.

A lo que el padre le contestó:

¾Tranquilo esto solo será un largo viaje, luego me quedaré para siempre en tu corazón, y no dejaré que estés nunca triste porque te haré cosquillas siempre que vea una mueca triste en tus labios.

Luego se durmió para siempre.

Pasaron los meses, y Daniel no se atrevía a abrir la caja que le había regalado papá, pues pensaba que nada en el mundo podría hacerle feliz. Un día mamá le animó a desvelar su contenido, y entre los dos desenvolvieron ese regalo tan especial. De pronto Daniel se sorprendió mucho al descubrir en su interior unos regalos muy peculiares: Una llave, una goma de borrar y un saco con una cuerda.

Daniel arrugó la frente y le dedicó una extraña mirada a su madre encogiéndose de hombros. Junto a cada regalo se encontraba un papel cuidadosamente doblado y que pronto se apresuraron a leer. Entonces la madre lo desplegó, era el que correspondía a la llave, y él decía:



“Esta es la llave de todas las puertas y de todas las personas; para utilizarla tienes que sonreír y ser amable con todo el mundo, y haz que la palabra “Gracias” siempre este presente en tu vida. Con todo esto tendrás la llave del mundo.



Daniel se sorprendió mucho al escuchar esas palabras, e instantáneamente dibujo una amplia sonrisa en sus labios. Impaciente esperó el contenido de su otro regalo. ¿Una goma? Pensó Daniel, imaginando para qué podría servir.



“ Esta es una goma muy especial; sirve para borrar de tu vida la palabra “No puedo” también el rencor y la envidia. Debes creer siempre en ti, y luchar para lo que quieras conseguir en la vida sin despreciar ni hacer daño a los demás.”



El pequeño permaneció unos segundos pensativo, y creyó de verdad que las cosas serían más fáciles si todos fuéramos amigos, y qué sería más fácil conseguir nuestros propósitos si eliminásemos las barreras. Ya solo quedaba un regalo, el saco atado con una cuerda:



“Este es mi regalo más especial; es el saco de la confianza. Basta lo guardes en un lugar muy especial, y se trata de que confíes en los demás. Yo te enviaré mi amor a través de las buenas personas, y sé que nunca me dejarás de querer, por eso has de tener cuidado de no hacer daño a nadie porqué me lo harás a mi. Pero has de estar atento, porque te pondré a prueba a través de las personas malas, y así sabré si de verdad has usado correctamente todos mis regalos.”



Daniel sintió algo muy especial en su interior cuando mamá terminó de leer el contenido de todos los regalos, sin embargo se sentía muy feliz pues dedujo que sin esos regalos nunca habría encontrado el secreto de la vida. Ya algo cansado se retiró a su habitación y notó como aún sentía algo de pena y añoranza; de pronto un cosquilleó en su interior le hizo reír hasta revolcarse en su cama con sonoras carcajadas. Mamá entró en la habitación sorprendida ante las risas de Daniel, y preguntó preocupada si se encontraba bien, a lo que él contestó:

¾No te preocupes mamá, estoy jugando con papá.